La salud mental como motor del rendimiento empresarial
- Karina Ruilova

- 7 nov
- 2 Min. de lectura
Hace poco, un líder me compartió algo que me hizo reflexionar sobre cómo podemos cuidar realmente la salud mental en nuestras organizaciones. Todos los lunes, sin falta, se reúne con cada miembro de su equipo. Más allá de preguntar sobre los procesos de trabajo, tiene un libro donde cada persona fija una meta personal relacionada con el deporte, su vida profesional y su bienestar familiar. Cada lunes conversan sobre cómo les fue, si tienen dudas o cómo se sienten.
Aunque pueda parecer algo que no da resultados tangibles, este simple hábito transformó la dinámica del equipo: mejoró la confianza, la comunicación y la motivación, y, sobre todo, fortaleció el desempeño de su equipo de ventas. Y muchos se preguntarán: ¿cómo lograr que un colaborador comparta estos detalles tan personales? La clave está en que este líder también comparte con todos cuáles son sus propias metas y qué está haciendo para alcanzarlas. No busca dar respuestas ni resolver por ellos; simplemente los escucha. Con el tiempo, fueron los mismos colaboradores quienes empezaron a encontrar sus propias soluciones y a impulsar pequeñas acciones que fortalecieron al equipo desde adentro.
Leyendo el artículo “Why Mental Health Should Be Your Biggest Business Concern in 2025” de Levi King (Forbes), me hizo reflexionar sobre cómo podemos crear espacios de trabajo que realmente cuiden del bienestar emocional, más allá de métricas o resultados. Estas son algunas ideas que espero les pueda guiar en este camino:
Detectar señales antes de que se acumulen: Los pequeños cambios en el comportamiento —un colaborador más callado, más irritable o que empieza a procrastinar— son alertas tempranas de desgaste emocional. No podemos esperar a que las cosas “se arreglen solas”. Observar, preguntar y actuar a tiempo puede evitar que un caso individual se convierta en un problema colectivo.
Hacer de la salud mental una prioridad diaria: No se trata de retiros largos ni de soluciones extremas; son hábitos cotidianos los que marcan la diferencia. Pequeños gestos como descansos reales, pausas activas, breves meditaciones o espacios para compartir preocupaciones ayudan a normalizar el autocuidado en el entorno laboral. Una empresa podría implementar “momentos de bienestar” semanales o incluir recordatorios diarios para desconectarse y respirar.
Liderar con el ejemplo: Los líderes modelan comportamientos. Cuando mostramos cómo gestionamos el estrés o cómo equilibramos vida personal y profesional, damos permiso a los demás para hacer lo mismo. Por ejemplo, reconocer que necesitamos una pausa o priorizar tiempo personal no es debilidad, es liderazgo consciente.
Hablar abiertamente de salud mental: Romper el silencio es parte de construir una cultura más sana. Integrar el tema en reuniones, capacitaciones o conversaciones informales demuestra que no es un asunto “personal” ajeno al trabajo, sino una prioridad organizacional.
Cuidar la salud mental en el trabajo debería ser una práctica continua. Porque un equipo que se siente escuchado, valorado y acompañado no solo rinde mejor: también permanece más tiempo, se apoya entre sí y encuentra sentido en lo que hace.
¿Y tú, qué estás haciendo hoy para cuidar la salud mental de tu equipo?








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